Posted on 01. Jun, 2010 by Luis A. Alcaraz in Actualidad, Salud.

 
Cómo dejé de fumar

Ayer fue el Día Internacional Sin Tabaco. Siempre he pensado que eso del día de no-se-que era una absoluta chorrada, pero ahora me doy cuenta que estoy equivocado. Obviamente se trata de una herramienta propagandística increíble. Por un día, todo gira en torno al tema que te interesa, se multiplican las noticias del tema (muchas veces vacías de contenido), se organizan actos y todo el mundo habla de ello. Además, he descubierto para mi sorpresa (agradable) que hay gente que realmente se toma estas cosas en serio y aprovecha para tratar de dejarlo.

Así que hoy he pasado parte de mi día hablando con varias personas sobre el tema de dejar de fumar. Una de estas personas me ha preguntado por mi experiencia, porque he sido fumador durante aproximadamente 10 años, llegando a consumir una cajetilla al día. Cuando ahora lo pienso, me doy cuenta de la animalada que era….  prácticamente un cigarro cada treinta minutos, teniendo en cuenta el tiempo que paso durmiendo. ¡Y aún me parecía que fumaba poco! Ahora ya hace dos o tres años que lo dejé aunque no me puedo considerar salvado porque creo que el fumar es una adicción que te persigue siempre y frente a la cual hay que estar en todo momento alerta. Es muy fácil volver a caer, y cada vez más difícil dejarlo.

No creo que yo sea buen ejemplo para nadie, pero por si las moscas ahí van las claves que a mi me ayudaron.

  1. Visualización. Este es para mi el punto más importante. Es fundamental fijarse un día y un momento para dejarlo, y visualizar y pensar en ese momento una y otra vez antes de hacerlo. No creo que valga un día cualquiera. Debe ser un día importante por cualquier motivo. En mi caso, decidí que el día que dejaría de fumar sería el día que leyera la tesis, y el momento cuando todo acabara, tras la comida con el tribunal y cuando me marchara a casa. Lo decidí con mucha antelación, prácticamente un año antes de que llegara la fecha, y pensé en ese momento millones de veces, recreándome en los detalles. Cuando llegó el momento, lo hice tal y como lo había imaginado, de forma que ya tenía más que asumido que ese sería mi último cigarro. Pensar que tenía que dejarlo en ese momento ya era algo natural para mi y no me causó ninguna ansiedad.
  2. Discreción. Le dije a muy pocas personas que había dejado de fumar. La lucha ya es suficientemente dura sin que todo el mundo te recuerde cada cinco minutos que lo has dejado y que tienes mono. Si le dices a todo el mundo que lo has dejado, cada vez que vayas a tomar café alguien te recordará que es una situación en la que solías fumar y que las ganas deberían estar consumiéndote. Para mi sorpresa, mucha de esa gente tardó en darse cuenta que lo había dejado, y para entonces ya tenía media batalla ganada.
  3. Desahogo. Cuando el mono aprieta, a mi no me funcionaron ni caramelos, chicles, ni juegos malabares con los que entretenerme. Lo que me sirvió fue hablar del tema. Hablé con mi mujer para explicarle que durante un tiempo le iba a dar la chapa con el tema del tabaco cada tres por cuatro, que incluso le pediría tabaco (sabiendo que ella no fumaba y no iba a llevar), pero que tenía que ser paciente y aguantarme. Y así lo hice, nada me quitaba más la ansiedad que hablar de las ganas de fumar que tenía, y nada me tranquilizaba más que pedirle a mi mujer tabaco y que ella me contestara que no llevaba. Sé que parece una tontería, pero ya digo que a mi me funcionaba para aliviar el estrés.
  4. Paciencia. Esta es también de las más importantes y de las que más cuesta. El mono por fumar va y viene a picos. De repente tienes muchas ganas de fumar, y al rato (a veces unos minutos, a veces más) se va. Para mi la clave fue ser consciente de que tarde o temprano se iría. Sólo debía tener la paciencia suficiente para esperar a que pasara. Es como un pulso en el que ganas por agotamiento del contrario, no porque seas más fuerte. Si el mono aprieta, plántate y déjalo pasar de largo. Al final se irá. No te esfuerces en tratar de pensar en otra cosa, porque no se puede. Sólo deja que pase.
  5. No esperes nada. No esperes sentirte mejor, no esperes que tu piel luzca más, no esperes nada. Por mucho que digan, no notarás los efectos beneficiosos en el momento. Eso es algo que sólo se gana con la perspectiva del tiempo transcurrido desde el último cigarro. Es cierto que al final notarás una mejoría en el estado físico, recuperarás el olfato que habías perdido y el gusto por las comidas (cuando fumas no te das cuenta del mundo de sensaciones que te pierdes), pero cuando estás dejando de fumar no te das cuenta de nada de eso.

Finalmente, no hay que relajarse nunca. Es muy fácil volver a caer, y eso siempre sucede cuando piensas que lo tienes todo bajo control.

Fotografía | Davic.

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One Response to “Cómo dejé de fumar”

 
  1. Son muy buenos consejos, aunque hay una cosa fundamental que falta. Tienes que estar totalmente convencido que quieres dejar de fumar. Te tiene que salir de dentro y quererlo mucho. Sinó, es casi imposible. Y tienes mucha razón, hay que estar muy alerta, que las ganas nunca se va.
    Saludos y salud!


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